20 mayo 2009

Los 9 días.....



de Miguel Ramos


…..De bruces la anciana sobre el piso. Escena dantesca, Ojos que sobresalen de la penumbra al
final de escalera. La ceja se levanta. Nerviosa se frota las manos. 2 pasos atrás. Desaparece. Toma aire, respira y acto seguido el grito de auxilio – Carlos!!!! . Sudor frío de nuevo. La trabe central es el mejor lugar para observar. Atónito Carlos mira sobresaltado a su madre tirada al pie de la escalera que con la incomodidad de un carpacho de tortuga trata de buscar el equilibrio antes de desvanecerse. Días después la angustia. El hospital, las carreras. Un golpe fatal. Certero. Pasado el crepúsculo. El deceso. Semana Santa. Viernes. Complicado. Nadie en su lugar, solo guardias. Trámites parados. – Habrá que esperar hasta mañana. – Queee!!!!!, Vociferaron los hijos deudos. – Sugiero que no se muevan de aquí para que no les cambien el cadáver. – Como?, entonces para que están usteeeedes?. Un grito acalló el pleito. Un joven sumido en llanto marcó una pausa. – Yo la cuido, déjenla descansar. Era Julio. Callado. Dolido. Reservado de la familia, el consentido de la abuela. El cadáver no fue cambiado, durante 24 horas vigiló el cuerpo, inerte, con rabia. Un Asenlix hábilmente extraído, lo ayudó a no dormir. El ojo derecho se abría de repente. Algo faltaba, pensaba cada vez que se lo cerraba, no estaba lista para irse con la cremación inminente. Todo procedió sin contratiempos pero el fuego no se tornó verdiazul como de costumbre, quizá el alma estuvo ausente en el horno. Silvia en su casa se posa sobre el barandal, nadie notó el empellón, por fin la vieja se había ido. Al voltear al piso advirtió algo sobre la alfombra lo tomó y estaba húmedo, eran migas de carne seca. – Que raro? Aquí nadie come eso. Se programaron los rezos, 9 en total, como dicta la tradición católica. Silvia angustiada, en cada Gloria del Rosario escuchaba lamentos, las luces centellaban, lo raro es que solo ella lo advertía. 2do día igual. El tercer rezo aumentó de intensidad el lamento. El cuarto fue ensordecedor. El Quinto insoportable, se meció los camellos, la habitación le daba vueltas, veía horrorizada que nadie se movía seguían rezando, los sacudió y al no ver reacción se tiró en el piso llorando, cuando se incorporó se encontraba en el centro de la asamblea ante la mirada atónita de los dolientes. Julio la miró fijamente. Las migas de carne seguían apareciendo en la alfombra, pero ahora con una que otra gota de sangre. El sexto rezo trajo la locura, sintió un aire frio por la nuca, como si algo se desplazara rápidamente a sus espaldas, volteo a ver a Julio pero no estaba en el reclinatorio, el miedo no le dejaba recordar si había llegado, pero no era posible, sabía que él no se perdonaría faltar a un rezo de la Abuela. Al término de este pensamiento el peso de una mirada tras ella, al voltear Julio. Su corazón se aceleró. Dejó la sala y prendió un cigarro en el patio, con los sentidos a flor de piel esperando el lamento pero no llegó, se obsesionó tanto que pudo advertir la lluvia que se desencadenó hasta que el cigarro le quemó los dedos. Se dirigió a la escalera para subir a cambiarse pero recordó lo de las migas de carne y aunque no era hora de que aparecieran, no quería sorpresas. El día 7 solo sangre en la alfombra por la mañana, el rosario normal, sirvieron comida. Carlos, su marido dejó de estar ausente. Julio la saludó. Se extrañó, por primera vez en siete días sintió tranquilidad, dejó de sentir pesadez en la casa, sobre sus hombros. El día 8 fue directo al barandal volteó hacia la alfombra y palpando con la planta del pie desnudo no encontró rastro de migas, ni de sangre, por primera vez sonrió y retorno con entusiasmo a falsificar la firma de la suegra para dejarle la casa por sus amplios cuidados, solo faltaban 2 rezos, todo acabaría y dejaría a todos con las manos vacías. El 8vo Rosario fue largo, aburrido, Doña Aurelia lo rezó a la usanza de la vieja escuela, con puntos y comas. Acabó rendida. Julio no la miró, tomó su chaqueta y salió rápidamente al igual que los demás dolientes, cuñados, sobrinos y amigas de la vieja. Se quedó recogiendo tazas del café y los vasos de atole. Carlos se despidió argumentando cansancio y se dirigió a la recámara. Lavó la loza. Cerró la puerta y la ventana por el aguacero. Trató de encender la luz del cubo de la escalera pero no tuvo éxito. Su paz cambio por angustia, su angustia por terror al ver el testamento falsificado destrozado a lo largo de la escalera. Al comenzar a subir sintió moronas o restos de algo solido sobre los hombros, la sangre se heló, sus ojos se abrieron, el cuello se movió lentamente hacia arriba, sobre la trabe central Julio devorando su última tira de carne….- Eras tú??? – Si, llegaste a tiempo, las tiras de carne que tenía para entretener el hambre se habían terminado, te estaba esperando Silvia…..Carlos no advirtió los gritos de dolor de su mujer, Julio como una bestia rabiosa le cerceno los pezones y bebió la carne de su corazón paralizado, era un Carnem Pinein. El Noveno día nadie advirtió su ausencia, Julio sobre el reclinatorio en primera fila, sonreía. Tomo la palabra al final del rezo y pidió por la anciana…..sus palabras – Abuela ya puedes descansar tranquila….Silvia miraba todo desde el techo, desconcertada…..sintió una presencia y se ahogó en un grito que por supuesto nadie escuchó cuando un susurro al oído la consumió…..- Juntas de nuevo…..verdad hija?...

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