21 septiembre 2015

Las tres palabras.....


de Miguel Ramos

Hace mucho tiempo que no deseaba escribir, no encontraba el punto de partida para retomar el camino para  expresarme de nueva cuenta libre y sin miedo de simplemente vivir. El blog en Virtud de Conservar la Cordura fue creado precisamente para poder tener la Cordura suficiente para poder vivir sin miedo considerando la cotidianidad de las crónicas urbanas que en el día a día con momentos, excelentes, buenos, regulares y malos nos permita aprovechar las experiencias de muchos que aquí se narran para tomar lo que pueda servir para continuar y entender este tan versátil camino que es la vida con las pendientes tan pronunciadas o cuesta arriba de emoción y sentimiento que la caracterizan. Nadie es el mejor maestro para ella, porque todos tenemos algo que los demás no tienen pero hay que mostrarlo, nadie es lo suficientemente bueno para erigirse como juez sobre nadie porque simple, nadie sabe el peso del costal que carga cada quién y la capacidad que tenga para sobrellevarlo, que por supuesto no es la misma. Ser fuerte no es aguantar a pie firme  todo lo que nos viene y daña, ser fuerte es vivirlo intensamente y aprender de ello, decía Churchill que "La vida se basa en experiencias y la experiencia se hace a base de errores ,el éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar"
Con ese mismo valor por enésima vez retomo mi pluma, lo que se dejo de hacer ya no se puede hacer, hay que hacer cosas nuevas basadas en la historia vivida que hoy nos debe hacer diferentes, por eso buscando un punto de apoyo para poder mover mi mundo de nuevo, encontré esta historia que transcribo integra de su texto, esperando que ESTAS TRES PALABRAS DEL CUENTO, LES SEAN DE UTILIDAD......

.....Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte  - Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo. Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total… Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada. El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo: No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey. Pero no lo leas le dijo mantelo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación. – Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino… De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIEN PASARA”. Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes… y él se sentía muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: – Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje. – ¿Qué quieres decir? preguntó el rey. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida. – Escucha, dijo el anciano: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo: Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.....

Dedicado a toda la gente que amo y se que me ama, también para los que no me consideran grato en su pensamiento y presencia, todo pasa, ha pasado y pasará, con amor, comprensión y paciencia de los que consideremos más cercanos, la vida se hace mas llevadera.....